martes, octubre 12, 2010

Amor embotellado

Era un aroma dulce y conocido. Miguel se sorprendió de cómo un perfume podía hacerlo viajar al pasado y perderlo en los recuerdos. Hasta ese momento nunca se había preguntado si el origen de ese aroma era un shampoo, un gel de baño o una colonia. Eso ya no importaba, ahora lo había vuelto a sentir, tan familiar como siempre, tan cercano, tan suyo. Tuvo que resistirse a cerrar los ojos y dejarse llevar en él.

-Ese perfume que usas ¿es francés no es así? - preguntó Miguel.
-Sí, se llama "Amor Amor"- contestó ella.
-Vaya, cuántos recuerdos- dijo Miguel, desviando la mirada de sus pechos.

Ella lo miró extrañamente, y siguió escribiendo en el papel.

-Ya está, es mi número para cualquier emergencia.
-Gracias Wendy -contestó Miguel.
-De nada, y bienvenido al piso- dijo la austriaca.

Miguel entró a su nueva habitación, cogió la guitarra y se tumbó en la cama mirando el techo. Se trataba del mismo perfume que usaba Connie.

miércoles, agosto 25, 2010

Noche de bares

Miguel bajo del taxi. Mientras ella le besaba el cuello, él intentó buscar las llaves del piso. No pudo encontrarlas.

-Tenemos un problema, le dijo.
-¿Qué pasa? le dijo ella mirándole a los ojos
-Tenemos que despertar a mi compañera de piso. He olvidado mis llaves.

Miguel tocó con fuerza el timbre, arriba en el quinto piso, una austriaca dormía plácidamente.

Todos los eventos se habían sucedido de forma inesperada. Como todo los viernes, él había llegado del trabajo pensando ver alguna película en el ordenador. Peter y Pavel, sus otros compañeros de piso, después de varias cervezas, lo animaron a salir. La zona de los clubes, en Londres, no era su preferida: siempre bulliciosos y con gente posh tratando de llamar la atención. Cinco cervezas más y con una que otra sustancia adicional en su organismo, Peter, Pavel y Miguel iban montados en un taxi rumbo a la zona de clubes. Los tres entraron a 'Moving', uno de los tantos clubes del lugar. Peter se acercó a la barra y pidió scotch para los tres. Minutos más tarde estaban bailando con un grupo de chicas.

-"What the fuck!!do you know what time it is?"- dijo Wendy, la compañera de piso de Miguel, visíblemente enfadada por haber sido despertada a las 4:00 am. Abrió la puerta y Miguel entró dirigiéndose al ascensor. La chica lo acompañó. Mientras subían, ambos se exploraba con las manos debajo de las ropas.

En el club el tiempo había corrido mas deprisa que lo normal. En un instante él bailaba entre las chicas quienes sonreían con complicidad y brillo ausente en los ojos. La chicas lo dejaron con una de ellas. Miguel tomó la iniciativa y la besó, ella le correspondió mordisqueándole el labio inferior. Él le preguntó si le apetecía acompañarlo a casa. Ella aceptó.

Los dos entraron al piso besándose y tropezando con los muebles en la oscuridad. Miguel la guió de memoria hacia su habitación. Su estado de embriaguez lo hacía sentirse como una película a cámara lenta. Su habitación desordenada, se le hacía luminosa y grande. Los dos cuerpos fueron descubriendo su desnudez hasta terminar fusionados en uno solo, fuera de toda inhibición y complejo.

Al día siguiente ella se despertó y le preguntó la hora. Son las 9:20 respondió Miguel, luego de examinar su móvil. Ella se vistió, y él pudo verla a contraluz. Piel blanca como la luna, una cintura estrecha y trasero ancho.

-Ha sido un placer Myhell- le dijo con un beso en la boca.
¿Por qué ninguna británica puede pronunciar MI-GUEL? se preguntó.. todas lo llamaban My-Hell que sonaba a 'Mi infierno'. ¿Acaso en eso se había convertido?
-Good bye sweety- respondió él, Tratando de recordar el nombre de ella. No pudo.

Miguel se quedó mirando el techo mientras oía que se marchaba. Se preguntó si ella se habría dado cuenta de que había olvidado su nombre, ¿se lo había preguntado?, creo que ni había sido necesario. Más tarde, al levantarse, descubrió sobre la mesa encontró una nota con un número de teléfono y una letra: V.

lunes, julio 19, 2010

Cita en el Tortoni

Elegí citarnos en el Café Tortoni. Tradicional lugar argentino por el cual habían pasado literatos de la talla de Borges. El sitio tenía mucho en común con las aficiones que que tanto Miguel y yo compartíamos. Cuando él llegó, lo vi delgado cómo siempre, enfundado en un pantalón pitillo y zapatillas Converse. Connie, como siempre, con sus ojos azules detrás de gafas "vintage", sus buenas tetas y el piercing en el labio inferior. Ambos formaban una curiosa pareja.

Recuerdo exactamente cómo empezaron y las etapas por las que atravezó su relación. Miguel había conocido a esta chica por internet cuando aún estaba con Camila. Cuando él y Camila terminaron, me dijo que se iría a Bs Aires a visitar a sus amigos músicos. Ahí conoció en persona a Connie: antropóloga de profesión y punky de corazón. Sus trabajos en ONG's le permitían dedicarse a su pasión: viajar y experimentar. Connie, fue tal vez el inicio de un nuevo Miguel, gracias a ella, él se dio cuenta de que el mundo nos pertenece a todos, de que las fronteras están en nuestra mente y que los sueños existen para alcanzarlos. Connie era un ser tan libre que a veces me preguntaba cómo ella y Miguel podían estar juntos Miguel la invitó a Lima, al depa que tenía en San Borja. Luego él, sorprendiéndonos a todos nos dijo que renunciaba a su trabajo y se venía a Argentina para probar suerte.

Miguel, me contó que el toque europeo de Buenos aires le fascinaba, que era algo que lo había encantado desde el inicio.

- Y por dónde están viviendo, le pregunté a Marco.
- En el piso de Connie, por Avenida Callao, en pleno centro. ¿Y tú? -contestó él.
- Me quedo en casa de una amiga, la que estudia música, tu que estás en esa onda quizás la conoces. Estos días quiero ver temas de negocios y de ahí regreso a mis cátedras en la universidad, y tú Connie, ¿cómo ves a Miguel en tu querida argentina?.
- Ni tan querida, ¿viste?...Buenos aires es una ciudad con mucho quilombo, una selva, ¿me entendés? No es como Europa, pero vos si querés podés hacer cosas. Y bueno, a Miguel no es que le cope demasiado el invierno, pero tiene que aprovechar. Vos también- dijo Connie dando una calada al cigarrillo.
- Claro flaca! – contesté- Y ¿piensan viajar? o se quedan en Bs Aires.
- Quizás a Misiones, a visitar Iguazú, y las tres fronteras. Aún no las conozco- contestó Miguel.

Dentro de todo, se les veía bien. Luego nos reencontramos antes de regresarme a Lima. Posterioremente el contacto siguió por esporádicos emails. Esa vez Miguel no mencionó nada, lo ocultó as su manera. Más adelante me explicó que a Connie la sentía distante. No me mencionó de alguna persona más, pero yo creo que él lo presentía, Miguel siempre ha tenido ese denominador patológico pensando que que detrás de su relación hay alguien más. Quizás era una excusa para proteger su inseguridad al amor.

Me acaba de llegar una postal, Miguel me cuenta que es muy probable que viaje a Reino Unido, pero primero debe regresar a Lima para cerrar la venta de la antigua casa de su madre. De sus hermanas no tiene noticias. No sé que diablos irá hacer en Europa, pero él se la va a jugar, y tampoco sé que diablos irá hacer ahora allá, sólo sin su Connie.

Escrito en colaboración con Franco

domingo, abril 25, 2010

Prózac

Miguel abrió eligió una píldora de la caja y se la llevó a la boca. Tomó un trago de agua e intentó hablar.

-¿Por qué me miras así?
-Actúas como un adolescente, Miguel. No puedes continuar así.
-Es lo mismo que dijo la doctora. Por eso me mandó estas putas pastillas.
-Eso sólo es para que tu organismo se equilibre. Pero lo otro debes solucionarlo tú mismo.
-Hablas cómo si fuera tan fácil- replicó Miguel- No pensé volver a pasar por esto. Siento que todo me va mal, que el mundo juega en mi contra. Me siento tan solo.
-¡Ay "Pelo"! tu decides ser feliz o no. Aquí no hay culpables, tan sólo consecuencia de tus actos y tus decisiones.
-Odio que me llames así- dijo Miguel.
-Esconderte y alejarte de todos, llamar a Connie luego de casi un año, comportarte como un antisocial. No haga el ridículo...Miguel.
-Está claro: el problema soy yo.
-Tampoco te compadezcas... sólo te digo que seas consecuente. Tu eres muy importante Miguel. En tu vida, no debe haber otra persona más importante que tú, grábalo en tu mente o tatúalo si quieres.

-Y ahora tú. Cada vez que me buscas, me dejas preocupado- dijo Miguel, entre sollozos.
-Oye, tu me buscaste. Pero eso no importa. Si me necesitas, igual estaré ahí, sé que quizás esto te confunde un poco. Pero sabes bien el qué nos une.
-Sí, lo sé- dijo Miguel.

No se atrevió a devolverle la mirada. Pero Miguel sentía que él estaba ahí observando cada gesto. Solía hacer eso.

Miguel salío de su habitación, y cerró la puerta. En ella sólo quedó el eco de su voz y el espejo con quien solía hablar cuando iba medicado.

martes, abril 13, 2010

Espiral

Los rayos de sol se filtraba por la ventana. Miguel se frotó los ojos para despertarse completamente. En el ambiente contíguo, se oía a Connie ocupada en la cocina. Él se incorporó intentando encontrar su boxer debajo de las sábanas.

-Malditos boxers, siempre se esconden cuando los busco- pensó.

Se dirigió a la cocina, mientras sentía que los minutos avanzaban velozmente.

-Debes preparate. La gente no tardará en llegar- dijo Connie.
-Si claro- respondio Miguel, tratando de recordar de quiénes se trataba

Horas más tarde, el Sol brillante en lo alto, la gente estaba sentada en las mesas o reunida en grupos charlando. Una música nostálgica sonaba de fondo, mientras unos iban y venía saludando a Miguel. No recordaba cuándo fue la ultima vez que vio a tantos rostros familiares en un mismo lugar.

-¡Pero si es Marcos! ¡Cómo has llegado hasta acá hombre!
-No podía faltar- dijo él, dándole una palmada en el hombro.
-Wow.. esto es muy loco... que gusto verte. Hacía mucho tiempo- dijo Miguel, sorprendido.
-Así es brother... ¿ya ha llegado Fátima?, me dijo que vendría.
-¿Qué? ¿Connie la ha invitado?- preguntó Miguel.
-¡Claro tonto!. Pero ¿sabes?. Quién no pensé que vendría era Camila.
-¡No jodas!... ¿ha venido? no la he visto aún.
-¡Si! Estaba en la entrada, vino acompañada. También me crucé con tu Belinda, pero no sé si entendió "my bad english".
-¿Esto es muy surrealista no?- dijo Miguel.

Connie interrumpió la conversación:

-Amor, hay alguien que te gustará ver, Sígueme.

Lo guió por un costado del jardin, la casa parecía más grande e irreconocible que otras veces. Bordearon el jardín entre grupos de parientes que saludaban a Miguel mientras él pasaba cerca a ellos. Sus amigos de la universidad alzaron unas copas cuando lo vieron pasar. Más allá su primera banda de rock le hicieron una señal con la cabeza. No muy lejos, algunos chicos de su antiguo barrio le sonrieron. Miguel no salía de su asombro y tampoco alcanzaba a recordar sus nombres.

-Cónnie esto es raro. ¿Cómo has podido reunir a todos ellos? -preguntó Miguel.
-La situación lo ameritaba- contestó ella.

Se detuvieron detras de una pareja de ancianos que voltearon al sentirlos llegar. Miguel sintió que su corazón aceleró cuando su abuelo le dirigió la palabra. Ambos llevaban cerca de diez años fallecidos.

-¿Cómo es posible?- dijo Miguel, retrocediendo con miedo.
-Miguelito no debes tener miedo.

Miguel empezó a asociar ideas: su falta de memoria, la gente que había venido a verlo desde tan lejos. Comenzaba a tener una idea de lo qué pasaba.

-¿Estoy muerto?- preguntó

Connie a su lado con rostro cambiado. Asintió con la cabeza.

-Te estas despidiendo de la gente que fue importante en tu vida- explicó Connie.
-¿Pero cómo fue? ¿qué me pasó? no recuerdo nada-
-Fue una motocicleta- dijo Connie tristemente.
-Pero si yo no tengo motocicleta, ni sé conducir una- replicó Miguel.
-No la conducías tu- contestó su abuelo
-¿Y ahora? ¿qué debo hacer? -preguntó Miguel.
-La vida gira formando un espiral, para aprender de los errores. ¿Llegaste a encontrar el tuyo?.

Miguel abrió los ojos y despertó en su habitación, con el sol que le daba de lleno en el rostro. Respiró profundamente y sintió alivio de haya sido un sueño. Fijó su mirada en el póster de M.C. Echer pegado a la pared: "Simetrías". Belinda hacía unos días que se había marchado. Connie hacía un año que estaba en algún país del tercer mundo, quizás, con un nuevo y exótico novio. La cama parecía más grande que nunca.

Más tarde, caminando hacia el supermercado, con los pensamientos en las nubes, no se percató en unos de los tantos grafittis que solían estar dibujados en el vecindario. El mensaje no se distinguía con claridad, pero lo que si se notaba, aún, era un curioso espiral de color naranja que resaltaba en la sucia pared.

jueves, febrero 11, 2010

La moneda de Camila

-¿Y que harás en Australia?- preguntó Miguel.
-Trataré de estudiar inglés, no puedo trabajar aún. Así que iré a clases- respondió Camila.
-Es algo raro ¿no?, te conozco poco tiempo, pero siento que te extrañaré. Nos hemos hecho buenos amigos- dijo él, sonriéndole.
-Si, vamos a ver qué pasa. Yo también te extrañaré- afirmó Camila, tratando de disimular su rubor.

La noche siguiente, en el aeropuerto. Camila dejaba todo listo para tomar el vuelo intercontinental hacia Melbourne, donde pasaría una temporada en casa de su hermana mayor.

-No voy a necesitar estas monedas que me han quedado en la cartera. ¿No las quieres?- preguntó Camila
-Tengo suficientes. Mi trabajo me lo permite- bromeó Miguel -Guárdalas para cuando regreses-
-No sé si regresaré, anda quédate aunque sea con una- dijo ella.
-mmm....está bien, pero quiero que le hagas una marca, así no termino pagando un cigarrillo con ellas. Además te la podré devolver cuando te vea de nuevo – dijo él.

Camila, apagó el cigarrillo, sacó un lapiz de labio de la cartera y dibujó un smile sobre la moneda de un nuevo sol, alcanzándosela a Miguel inmediatamente. Él guardó la moneda en su bolsillo y se despidió de Camila con un largo abrazo, mientras le susurraba al oído: “Quiero tener noticias tuyas para sentirme orgulloso”.

Minutos mas tarde, Camila, ubicada en la cabina del avión, pensaba cómo era posible que ese tal Miguel -que parecía tan interesante- haya sido dejado por su antigua novia, como él le había contado. -Ni bien llegue a casa de mi hermana, le escribiré un email- pensó ella. El avion aceleró con fuerza e inició su ascenso, mientras Camila, mirando las luces de Lima desde la ventanilla, sintió un hormigueo en el estómago que no supo distinguir si era causado por el vuelo o por este chico que dejaba en tierra.

Miguel, ya en su departamento, cogió un pedazo de papel y escribió el nombre de Camila junto a la fecha y la frase “...de Camila antes de irse a Australia”. Colocó la moneda en un envase de plástico y lo acomodó en el estante. -Mañana le escribiré un mail, esta chica tiene un gran corazón y es muy linda- se dijo Miguel. Mientras sentía un familiar hormigueo en el estómago del cual tampoco supo distinguir la causa.

martes, febrero 02, 2010

Una vez más


Una vez más, que se convierte en experiencia.
Una vez más, que no suma, sino que resta.
Una vez más, que se lleva un poco de mí.
Una vez más, que convoca espectros.
Una vez más, no tan desconocida para mí,
Una vez más, que es sorprendente e inesperada.
Una vez más, que tira las bridas y me hace desmontar.
Una vez más, que me obliga a pensar qué es lo que hago mal.
Una vez más, donde lo más importante de mi vida...debo ser yo.

martes, enero 26, 2010

Lágrimas

Miguel colgó el teléfono mientras notaba un calor ascendiendo desde su vientre. Imaginó a Connie desnuda en brazos de otro hombre. Empezó a preguntarse si ella lo estaría besando con la misma pasión que solía demostrarle. El corazón se le hundía más, conforme su imaginación volaba. No podía evitarlo, le había encontrado un gusto torturador a ese -cada vez más conocido- dolor. Apretó los dientes, cerró los ojos, y no pasó nada. Se desilusionó de no poder acompañar con lágrimas a su descompuesta expresión. Se cuestionó si realmente amaba a Connie. Se respondió a sí mismo que claro que la amaba. Después de todo, había estado dispuesto a dejar su trabajo, familia y amigos para ir a vivir con ella en Buenos Aires. -Entonces ¿por qué no podía llorar?- se preguntó otra vez. -¿Sería acaso un mal sueño?

un año antes...

Miguel dio una calada al porro que fumaba y se estiró desnudo en la cama. A su lado Connie le preguntó por su expresión. -Mi abuelo ha fallecido- contestó Miguel. -Hacía meses que no lo veía, casi desde que regresamos de Buenos Aires, donde te conocí-. Se quedaron mirando el techo unos minutos que parecían pasar muy lentamente bajo los efectos de lo que fumaban. Connie lo abrazó con su cuerpo tibio y Miguel dijo debilmente: -No puedo llorar-.

diez años antes...

Miguel se miró al espejo. Examinó su cabello enjuto y el rostro de adolescente castigado por el acné. Relacionó su aspecto con el poco éxito que tenía con las muchachas. Se sintió solo y poco querido a sus 17 años. Quiso liberar aquel dolor, apretó los dientes, pero no pudo llorar.

siete años antes...

El puño de aquel niño se hundió en el vientre de Miguel y lo dejó sin aire. Con mucho esfuerzo se reincorporó y trato de entender por qué le hacían tal cosa. El eco de esas voces y el agua cayendo de una grifería malograda, apagaron sus palabras. Los muchachos que lo retenían en el baño inspeccionaron su mochila y extrajeron el sandwich que había preparado su madre. Sintió que manos desconocidas recorrían su cuerpo de niño y sintió verguenza. Regresando a casa, no se lo dijo a nadie. Cuando se acostó en su cama, pensando en el abuso sufrido, no pudo soltar lágrima alguna.

Esa mañana...

La película estaba por concluir, el fondo musical -compuesto de cuerdas- ejecutaban intensas melodías que acompañaban la escena final, en ella, el protagonista -convertido en anciano- terminaba su gran aventura personal, recordando intensamente cada persona que conocío.

La pantalla de créditos finales apareció y con él, una solitaria lágrima descendió sorpresivamente por la mejilla de Miguel. La sorpresa se convirtió en temor cuando esa lágrima se vio acompañada de otra. Y otra.

La liberación de años de dureza, se abrió paso en forma descontrolada y violenta con cada bocanada de aire que Miguel tomaba esa noche. Desde lo más profundo de su alma, un dolor reprimido hizo que Miguel llorara y golpeara todo lo que tenía a su alcance. El llanto le hizo perder la noción del tiempo. Miguel no supo explicar, más tarde, a su psicoanalista, si lloró horas, días o semanas. Solamente pudo contarle que pasó mucho tiempo, doblado sobre sí mismo en aquella habitación, de ese país extraño. Donde había terminado viviendo -casi sin pensarlo- siguiendo a su corazón.